Hace un tiempo conocimos la historia de Marco, un niño de 2 años, parecido físicamente a su padre, pequeño y delgado, y su madre decía que su personalidad también era algo callada y menos espontanea que la su hermano. Utilizamos una lupa para conocer cómo era la manera en que la madre se comportaba con él, era protectora y nos atrevemos a decir que sentía temor cuando hablábamos sobre la entrada a la guardería, al decir que creía que su hijo no sería capaz de hacer amigos.
Cada historia establecerá una crianza particular, nuestros hijos empiezan a crecer y como en todos los aspectos, tenemos expectativas sobre cómo nos los soñamos. Queremos que sea aquel niño que saluda, se despide, que comparte, sede el turno, que es capaz de resolver conflictos, etc. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a las situaciones cotidianas, nos damos cuenta de que este hijo soñado, todo esto le cuesta cantidades, incluso desata pataletas y nuestras expectativas quedan reducidas a una gran “vergüenza”.
Para acompañar a la madre de Marco, lo primero es decirle que “es imposible no aprender de los padres”, esta etapa se caracteriza por el descubrimiento que su hijo está emprendiendo de su propio mundo y cerca de los 5 años empezará una consciencia más clara de que el otro existe, entonces la familia será el primer círculo de socialización y desarrollo de habilidades para ser empáticos, saber qué hacer cuando convivimos con otros, cómo identificamos intereses compartidos y nos divertimos.
Frases como “tienes que compartir”, “tienes que ceder el turno”, “no puedes pelear”, no les dan a nuestros hijos herramientas para reaccionar, estaremos descalificando sus estrategias actuales y son instrucciones, sin entender desde la empatía al otro. Diferente a si le decimos a la madre de Marco que utilice el ejemplo de la vida diaria para contarle cómo se viven diversas situaciones: “Marco, vamos a salir con los primos, ¿te acuerdas de ellos?, son Juan y Ana, Juan habla mucho y Ana le encanta el chocolate, su casa queda al lado de un parque y allí estaremos para comernos un pastel, yo sé que puedes estar cansado porque hoy tuviste clase de natación entonces allí estaré para cuando quieras volver a casa”.
Les compartiremos qué recomendaciones podríamos darle a la mamá de Marco para que acompañe las primeras experiencias de la socialización:
1. ¿Qué crees que Marco piensa cuando dudas de su capacidad de hacer amigos? ¿cómo crees que esto influye en su día a día? Lo que les decimos a nuestros hijos, las palabras que elegimos para describirlos y cómo hablamos sobre lo que son, se convierten en ideas que van creando su identidad, con las que se presentan al mundo y se relacionan con él.
2. En el momento que identifiques que puede haber miedo o timidez al encontrarse con nuevos niños, primero valida lo que está sintiendo y nómbralo para que él pueda identificarlo: “Sé que a ellos no los conocíamos, es normal que no sepamos cómo empezar un juego, puede generar algo de frustración, si quieres te acompaño o empiezo yo a jugar y tú me sigues, o también podemos quedarnos aquí mirando como juegan y cuando queramos vamos”.
3. Debemos reconocer que como adultos también decimos: “el celular es de la esa señora no tuyo, así que no se presta”, esto es muy común, compartir con otros depende de la confianza que sintamos en la relación. Puede ser que por eso tu hijo piensa dos veces si presta sus juguetes a las personas que apenas conoce. Los niños son capaces de crear vínculos con otros niños desde muy temprano, pero esos vínculos se deben fortalecer compartiendo momentos y actividades. Llamar amigo a otro no lo decide el adulto, sino el niño a medida que desarrolla confianza y amor por el este.
4. En casa podemos utilizar los juegos compartidos, para aprender a relacionarnos por turnos. “Qué tal si jugamos a que tú usas la pelota y luego me la entregas para yo usarla. Eso se llama jugar por turnos”. Hacerlo con quienes aman primero, será más fácil.
5. Ser ejemplo, saludar, ser cortés, amable con todas las personas, es algo que él observa y luego interioriza para utilizarlo cuando esté preparado, porque sabe que en las relaciones de su madre y su padre eso se hacía y se veían felices. Y si existen situaciones difíciles donde los padres se arrepienten de sus reaccionan, es importante admitirlo y hablar sobre otras alternativas para actuar.
El amor por aprender a estar con los demás nace de la relación con los más cercanos, vincularnos de manera emocional asegura que los niños se abran a nuevos conocimientos y confíen en su autonomía para continuar la convivencia con otros.
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